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Los mellizos del redaño

La fotografía  que lucía en la exposición de arte de aquel pueblo era bastante nostálgica. Rondaría los años cuarenta,  debido al tipo de vestimenta que aparece en ella y, al evidente hecho de estar fotografiada en blanco y negro. En aquella foto aparecía un hombre de unos cuarenta y tantos años con una boina, sujetando lo que parecía ser un redaño con dos bebés dentro de ella. He de admitir que la fotografía me hizo sonreír, quizás, por su peculiaridad, y sin darme cuenta, un anciano se había parado también a observar aquella foto.

Él iba vestido con una clásica gabardina recordada en aquellas típicas novelas de detectives, acompañado por un sombrero a juego con la gabardina, su barba estaba un poco descuidada y su tono de piel no era tan claro como el propio de aquella zona del país. Y antes de que pudiera decir nada me dijo:

-Es bonito ¿eh?

-Sí, oiga; ¿sabe por casualidad quienes son los dos bebés que hay en el redaño? -Me atreví a preguntar, rezando para no quedar como un idiota, porque, ni siquiera el acento de este anciano era propio de aquella parte del país en el que estábamos los dos en aquel momento.

– No sabría qué decir, por desgracia o por suerte para usted.- dijo

Me quedé completamente perplejo y sin saber qué decir. El anciano dejó asomar una leve sonrisa, como si le hiciera gracia que le preguntase por el cuadro.

-Sí, incluso sé sus historias.

La verdad es que tenía curiosidad sobre la historia, pero,  nada más acabar la frase el anciano procedió a contármela, como si me hubiera leído el pensamiento.

-La fotografía fue tomada a mediados de los cuarenta (resulta que tenía razón acerca de la época) y el hombre que sujeta el redaño es un hombre ajeno a la escena, en cambio,  los dos bebés son mellizos, de ahí el nombre del cuadro «Los mellizos del redaño´´. La historia de esos dos mellizos comienza cuando su madre, la cual fue abandonada por su marido, no se sabe si por el bajo estado de economía de la presente familia o por alguna otra circunstancia, la cuestión es que en vez de acabar con un hijo, acabó con dos. Obviamente la mujer no podía permitírselo y, tras varios meses buscando trabajo e intentando mantener a los mellizos, uno de ellos fue abandonado en el puerto,  de tal forma que vivió su infancia en otro continente. Pero finalmente, unos veinte años después el mellizo logró conocer a su hermano, pero por desgracia su madre murió unos dos años atrás. Tiempo después cuando el mellizo que no fue abandonado murió, este le dejó una cuantiosa herencia ganada con los años al otro mellizo y cada año acude a las tumbas de las dos personas con las que más ha deseado estar acompañado, aunque una de ellas nunca la llegara a conocer.

Impactado por la historia contenía alguna que otra lágrima, al no creerme cómo le pudo pasar algo así a una persona, pero finalmente le pregunte:

-¿Y usted cómo sabe todo eso?

Inmediatamente el anciano esbozó una tímida sonrisa y caminó hasta la salida del edificio como si las últimas palabras que salieron de mi boca no fueran más que fantasmas inapreciables en la vida de los vivos. Pero para mi sorpresa, antes de salir regresó hasta donde estaba yo y me susurró al oído lo último que pensara que diría:

-Adivine.

Tras decirme aquella única palabra que hizo que me quedara de piedra el anciano se fue del edificio, y perplejo observé la fotografía por última vez.

Semanas después, averigüé que el anciano que me contó la historia de los mellizos falleció. Sinceramente, no tengo ni idea de porque fui al cementerio en el cual estaba enterrado, pero me di cuenta de una cosa, que estaba enterrado junto a las dos personas que más había añorado  y que por fin podría estar en paz y estar junto a ellos para siempre.

Nuevo tratado del Lazarillo de Tormes

Una vez más, mis desafortunadas aventuras hicieron valerme de mí mismo; otra vez para buscar la ansiada comida deseada durante días y días. Cerca del mediodía llegué a un desdichado aunque bonito pueblo. Paseando por sus calles una taberna encontré, y su tabernero, desde luego, piel de cordero conmigo fue, pues al preguntarle por comida, él me dijo: «Entra, y algo te ofreceré». Cruzando el umbral de la puerta, y siguiendo sus pasos me preguntó:

-«¿Te apetece fregar vasos?»-. Sin argumento y sin refunfuñar, me dispuse a trabajar. Trabajando por comida , y créanme, no era para ir a escondidas, me ofreció un puesto fijo, claro está, a cambio de mis servicios, limpiar y lavar, pensé: «¡Esto no puede mejorar!»

Tras días de servicios algo en la taberna pasó, puesto que todo el mundo en frente de esta se paró. Entrando hacia su comedor, algo me invadió, el terror. Yacía en el suelo el cuerpo de mi mentor, sin cumplir con su labor. Acudí al doctor, tan rápido como urgía, entre explicaciones, mi mentor del corazón sufría, mis penas con el no se fueron, sino con mi barriga, la cual se dio cuenta de que necesitaría comida. Y es así como huí de la ciudad, aunque algunos se lo tomaran con maldad.

«La niña enferma´´ de Munch

Enlace: http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/obras/12109.htm

La primera sensación que tengo al contemplar este cuadro es de mucha tristeza. En la pintura se puede apreciar a una joven pelirroja y pálida postrada en la cama con muy mal aspecto, dando la sensación de que en breve abandonará este mundo, si es que no lo ha hecho ya. Es la figura principal del cuadro. A su lado se encuentra una mujer de pelo oscuro y canoso aferrándose a la mano de la joven,  al mirarla  se ve el profundo abatimiento que está sintiendo en ese momento. Da la sensación de ser una persona mayor que la joven, probablemente su madre, pues sus vestimentas son propias  de mujeres mayores de aquella época, al igual que su peinado con un moño recogido. A un lado de la cama hay una mesita con una botella de agua o de algún líquido quizás  para intentar mejorar la salud de la muchacha desesperadamente. Más adelante se encuentra otra mesita, pero esta tiene encima un vaso medianamente  lleno de un líquido rojo.

Los colores de esta pintura son  colores oscuros y mezclados con otros más claros. Da la impresión de que las paredes y otras superficies están desgastadas, el único punto de claridad es la almohada donde descansa la figura principal. En la pintura no hay paisajes, es el interior de una habitación bastante oscura y aunque hay una ventana, el pintor solo dibuja el cortinón que protege la entrada de la luz natural. Desgraciadamente representa algo que puede pasar en la vida cotidiana.