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ALEX Y EL COLEGIO

Nunca me había gustado ir al colegio, pero el deber es el deber y pues había que hacerlo. Ya que me he puesto a hablar del colegio os contaré algo que me pasó hace mucho. Por cierto, me llamo Alex.

 

Era un día normal por la mañana, en el recreo, estaba con mi móvil cuando de repente me llegó un mensaje de Tom, un niño enorme y abusón que había  repetido dos veces. Abrí el mensaje y era una foto de un niño sangrando, eso fue una clara indirecta. Yo, con mucho miedo, fui al baño y al cabo de un rato entró Tom y me pegó tres puñetazos. Después se largó y yo me quedé tirado en el baño, sangrando sin que nadie me viera. Me sequé la sangre y fui a clase. A lo largo de 2 semanas fue todo el rato una serie de humillanciones, bromas e insultos. Yo no se lo quería contar a nadie, puesto que tenía mucho orgullo, hasta que un buen día, tras haberme bajado los pantalones pegué a Tom y me expulsaron del colegio 2 días. Mis padres me riñeron mucho y me preguntaron si me ocurrió algo malo. Les dije que no, porque no quería que supieran lo que me había pasado. Después de estar 2 días expulsado volví al colegio y vi a Laura. Llevo desde los 3 años yendo con ella a clase y nunca tuve el valor para decirle todo lo que sentía. Mientras tanto, Tom pasó por al lado mía y observó como miraba a Laura, entonces cogió, y me escupió en la cara. Todo el mundo se rió de mí y yo quedé mal delante de Laura, fue la mayor humillación de mi vida. Desde aquel día no volví al colegio…

SALVADOS AL HABERSE TRABADO EN UNA ROCA

Érase una vez un maravilloso día en un barco, ese típico día de verano. Unos amigos se pusieron los chalecos, unas chanclas y, por supuesto, una gorra debido a todo el calor que hacía.

Eran unas 8 personas en 3 barcas. El mar estaba un poco revoltoso y una de las barca se empezó a alejar, las otras dos la intentaban alcanzar para estar todos juntos y sin que pasara nada, pero era inevitable por que la barca que estaba más alejada iba dirección hacía una cascada.

Una barca que se quedó trabada y no podía salir. Los hombres intentaban con los remos sacarla, pero nada, llamando pero no había cobertura. A la asociación que te deja las barcas, remos y demás se le hacía raro que no hubieran llegado ya del trayecto.

Unas horas más tarde pasó un helicóptero y fue cuando los vio y los curaron por todos los golpes que habían recibido tras chocarse con las rocas. Les llevaron a la asociación. Se enteró todo el pueblo de lo ocurrido y les tranquilizaron por el mal rato que pasaron, y llegaron sanos y salvos. No llegó a  haber ninguna muerte gracias al helicóptero.

Grillín

Hola, me llamo Kerman y soy un niño alemán que actualmente vivo en España, solamente acompañado de mi madre. Cuando era un crío y no tenía que estar preocupado por los estudios, me dedicaba a buscar todo tipo de insectos (mariposas, gusanos, caracoles…) (siempre solo, porque mi madre trabajaba todo el día en la panadería). Era mi afición. Hubo un día que encontré un grillo y decidí cuidarlo hasta que muriese. Mi madre me dejó tenerlo en casa, siempre y cuando me hiciese cargo de él.

Pasó un año y poco, y mi grillo Grillín se puso malo. No tenía ganas de comer ni nada. Yo al verle me ponía muy triste. Dio la casualidad que a los dos días me pasó justamente lo mismo, me puse enfermo, sin ganas de alimentarme, fiebre, todo el día en la cama… Mi madre me llevó al médico donde me recetaron un medicamento. Una semana después vi que Grillín ya estaba recuperado, corriendo e investigando la jaula por todos los lados. Yo estaba igual, en buen estado, curado y con ganas de seguir yendo a jugar con mis amigos al parque y buscar insectos con ellos. Un día me pareció divertido e interesante meter en la jaula una piedra para que jugase con ella, estuve unos 30 minutos observando qué hacía con ella, y me pareció que no le gustó mucho, y de lo aburrido que estaba se durmió.

Bajé a jugar un poco con mis amigos, regresé a casa sobre las 8 y seguía durmiendo. Me resultó raro. Esa tarde estuve jugando yo con una cosa que se llama “comba” y tenía un sueño terrible. Me desperté sobre las 12, no muy normal en mí… Empecé a pensar que lo que le sucedía a mi grillo me pasaba a mí. Después de unos 3 meses nos pasó algo fuera de lo normal y le puse un poquito de leche para que la probase… y… Grillín murió.

Yo acabo de terminar de cenar, he probado por primera vez los espárragos y no me encuentro bien, igual me pasa lo que a él… Dejo esta carta por si sirve de algo, debajo de tu almohada mamá… buenas noches.

Un día en los toros

Un día los alumnos del colegio *Beatriz* de Valladolid decidieron ir a su plaza de toros y pasar un buen día, tanto profesores como alumnos. El día había comenzado bien, los niños habían decidido  llevar comida y comer allí. Todo había ido genial y los niños estaban encantados, hasta que salió el cuarto toro. Era el más grande y fuerte y consigió saltar la valla. La gente estaba aterrorizada y los niños solo corrían. Los guardias y los toreros fueron detrás, tardaron, pero consiguieron volver a meterle a la plaza de toros. La jornada terminó, y al final todo acabó bien, y con una anécdota más para contar. Cuando todo parecía haberse tranquilizado, los padres fueron a recoger a los niños, mientras llegaban de la plaza. Los niños contaron lo ocurrido y consternados se dirigieron hacia la profesora a pedir una explicación. Ella se quedó sin habla y sin saber qué decir, porque ella no había tenido la culpa. Ella misma decidió que al dia siguiente a la hora del recreo tenía que haber una reunión de padres. La profesora estaba asustada, por cómo se tomarían los padres lo sucedido. No parecían tan enfadados como en su primer encuentro y ahora sí, todo acabó bien.

Narración de una imagen

En la imagen hay un gato de Egipto que un día salió a dar un paseo y se encontró con su amigo. Él le dijo que había unos gatos que dijeron que iban a ir a el pueblo donde vivía y causarían un incendio para despistar a la gente y robar en alguna casa. El gato y su amigo idearon un plan para que no quemaran su pueblo, y así lo hicieron. Los gatos encontraron un lugar cercano donde espiar a los otros gatos y se quedaron allí. Cada vez que los gatos se iba cogían un cubo lleno de agua y lo tiraba encima de las cerillas y los papeles, así cuando estos llegaban no prendían. Pero hubo una vez que los gatos se llevaron las cosas con ellos y no pudieron hacer nada, así que los siguieron  y llamaron a sus amigos. Cuando estaban entrando a una casa a robar de repente sintieron agua caer encima de ello, salieron corriendo del pueblo  y no volvieron nunca más.

Día intenso

Hubo un día en verano, uno de esos en los que no planeas nada, en los que las cosas pasan porque sí; porque, en este caso, a tus padres, que hay veces en las que llegas a pensar que son los más aburridos del mundo. Les apetece salir un día de la monotonía, de eso de solo saber ver la televisión todos juntos y comer viendo las noticias.

Ese día para mi hermano y para mí, fue un día rarísimo. Aunque a decir verdad ni a él ni a mí nos apetecío nada hacer esa `excursión´, ya que se trataba de una cueva situada en un pequeño pueblo, no muy lejos de Santoña.

La historia no es un puro misterio ni mucho menos, desde donde yo la cuento es una tontería; pero he de admitir que aquel día, en aquel instante, tanto yo, como mi hermano, como, supongo, mis padres, pasamos bastante miedo. Fuimos allí, estuvimos leyendo un cartelito sobre la cueva, que hablaba del tiempo que llevaba allí, cómo se hizo, sus temperaturas medias anuales etc…

Entonces nos pusimos las linternas en la cabeza y entramos. Bueno, la verdad es que fue hasta divertido todo lo que nos costó ponernos en marcha para caminar por la cueva. Primero, cuando nada más  habíamos recorrido 20 metros a mi hermano se le acabó la pila de la linterna y tuvimos que volver al coche para coger otra linterna. Volvimos a entrar, y otra vez volvimos a salir porque a mi madre se le olvidó el móvil, que no se para qué lo quería si no había cobertura. Total, que lo cogímos y esta vez era yo, que tenía frío y no había cogido la chaqueta, acción a la que mi padre añadió un comentario :«No aguantas ni un poco de fresco´´. Entonces fui, cogí mi chaqueta para ver si al fin empezabamos; pero no, al fuerte de mi padre también le entró frío y otra vez de vuelta al coche…

Después de eso por fin nos pusimos en marcha. La verdad es que la cueva no tenía nada de especial, además más que una cueva, era una mina; y lo único que saqué de allí fue un frío por el que, por cierto, mi hermano y yo estuvimo todo el camino quejándonos.

Y yendo al grano, lo que pasó fue que hubo una zona en la que había rocas desprendidas del techo y paredes, y aunque nadie, excepto mi padre, queríamos pasar, tuvimos que hacerlo. Para nuetro agrado algún gracioso había puesto un esqueleto de esos de Hallowee para asustar. Seguimos avanzando, pero de pronto se oyó un estruendo a nuestras espaldas, entonces ahí no avanzamos un paso más hacía adelante. Retrocedimos y ¡¡Sorpresa!!, la zona donde habíamos visto anteriormente que había desprendimientos se había obstruido con una roca que no nos permitía salir de la mina, cueva o lo que fuera aquello. Después de un largo rato de discusiones, nos dimos cuenta de que la roca llevaba tanto tiempo húmeda y desgastada que si la frotabas con otra poco a poco la podríamos deshacer. Aquello fue lo más eterno que me haya podido pasar nunca. Después de esta experiencia, ahora preferimos ver la tele todos juntos, aunque sea Los Simpson, pero no más aventuritas.

Narración

Una tarde de puro aburrimiento estaba tirada y por un castigo no podía salir. Me fui a la cocina y de pronto vi un papel encima de la encimera y lo leí y vi que era una receta de unos alfajores que son la cosa más deliciosa que he probado en mi vida. Me gusta porque está relleno de dulce de leche y bañadas en chocolate; pero yo las hice bañadas de azúcar blanco: mis favoritas. Ese día fue el día que aprendí a hacer alfajores por mí misma. Al final, un día aburrido se convirtió e una experiencia nueva y brillante para mí. Poder aprender por mí misma y que a mi familia les haya gustado y no haber incendiado la cocina; porque esa es otra.

Narración: Vacaciones en Madagascar 2

Hola, me presento, mi nombre es Erika y tengo 18 años. Esta es una de mis aventuras en mis vacaciones en Madagascar. Después de mi primera aventura junto a mi mejor amiga, como nos divertimos, y resolvimos un «misterio» quisimos volver, y aquí estamos.

¤El vuelo:
Estábamos en el aeropuerto, ya teníamos todas las puertas cerradas, solo quedaba la de nuestro vuelo. Era un vuelo nocturno. El último que salía por hoy. Una vez estaba dentro, me tocó sentarme separada de mi mejor amiga, pero al menos al lado de la ventana. Era un largo vuelo, ya que duraría por lo menos 5 horas.

¤La llegada:
Cuando abrí los ojos descubrí que ya estábamos aterrizando, me había pasado todo el vuelo durmiendo. Una vez que bajé del avión fui a buscar a mi mejor amiga. Cuando la encontré ya tenía las maletas de las dos en la mano. Cogimos un taxi para llegar al campamento.  Lo primero que hice en cuanto llegué a la que sería nuestra casa durante una semana fue escoger un cuarto y me tiré a dormir toda la tarde.

¤¿Quién se atreve a despertarme?
Me despierto en cuanto mi lado derecho de la cama se hunde, me llaman una y otra vez, pero no hago ningún caso a la voz.
Me doy cuenta un poco más tarde de que no era mi mejor amiga la que estaba a mi lado, me quedo paralizada. La persona que está a mi lado es un chico, rubio, no le veía muy bien, pero por todo lo que ocupaba era bastante alto. Intento hacerme la dormida hasta que….
-¡Pero serás bestia! Acaso no tienes otra cosa que hacer que darme con almohada.
-Per.. perdón es que no te despertabas y …
No le dejé terminar, ya que le estaba dando un abrazo. No me lo podía creer, era Dani, era mi Dani. Cuánto ha cambiado en un año, ¿pero qué hace aquí ?
¤Recuerdos:
Dani me explicó que hacía aquí, le conté sobre cómo me iba por Francia.
Por la tarde fuimos a dar una vuelta, Dani, Dan (mi mejor amiga) y yo, recordando lo que vivimos el año anterior, fuimos a bañarnos a la playa, más tarde llamamos a Sergio. Sergio es un chico moreno, de ojos marrones. Dimos vueltas toda la tarde hasta la hora de  cenar. Cenamos en la calle con mucho turistas del campamento.

¤La Cascada:

Los siguientes días me lo pasé muy bien con Dan, Daniel y Sergio. Visitamos lugares donde no habíamos estado nunca y nuestro lugar favorito: La Cascada.

En la Cascada fué donde ocurrió nuestra anterior aventura, todavía seguían los sellos, lo bueno era que ya no quedaban cuerpos ni de animales ni restos humanos. Si no fuera que estaba pensando todo el tiempo en lo que paso el año anterior, me hubiera divertido mucho, pero no fue así.

¤La Despedida:

Ya era hora de que Dan y yo volvieramos a Francia. Las despedidas seguían si ser lo mío, así que cuando estabamos en el aeropuerto, a punto de entrar en las puertas del avión nos despedimos con un beso y un gran abrazo de Daniel y Sargio. Y les hicimos prometernos que el año que viene serían ellos los que vendrían a Francia, a París a ver nuestra vida.

                                                                                                             FIN.

                                 

Más allá de los Alpes.

Hace más de 50 años, en un pequeño pueblo de los Alpes, vivía una familia humilde, con tan solo 5 miembros de la familia: el abuelo, la abuela, el padre, la madre y una niña de 12 años. Los padres y la hija tenían que trabajar mucho tiempo en el campo para poder vender cada sábado en el mercado todo lo que conseguían de su granja. El abuelo estaba enfermo, así que no podían permitirse mucho tiempo libre. Si no estaban en la parte de la cuadra, estaban en el huerto, y si no tejiendo ropa para poder vender y llamar a un médico que puediera ayudar al abuelo.

Un sábado, fueron al mercado como hacían normalmente. Hicieron muchas ventas, lo necesario para poder comprar pienso para los animales y alguna que otra cosa que les urgiera muchísimo a ellos, ya que no se podían permitir mucho, porque la mitad de las ganancias iban a una hucha para el médico que ayudaría al abuelo. Pero lamentablemente ese sábado no era un sábado como otro cualquiera. Habían ganado lo suficiente como para poder llamar a un doctor y que ayudase al abuelo.

Cuando llegaron, por sorpresa. ¡Los animales y las cosechas habían sido robadas por un ladrón!

-¿Qué hacemos ahora? -Dijo la niña.

-¡Tendremos que ir a donde la policía y que busque al ladrón! – Exclamó el padre.

-No podemos permitirnos el lujo de comprar animales, tendríamos que coger dinero para el médico para poder comprar los suficientes animales.- Comentó la madre.

Cuando el padre fue en una vieja bicicleta a la comisaría, los policías le dijeron que ya habían llegado más quejas sobre robos de ese tipo. ¡El pueblo realmente estaba en peligro!

Esa misma semana estuvieron de búsqueda constante y los policías decidieron buscar por el monte, quizás el ladrón había soltado a los animales en un prado abandonado. Cuando llegaron no había nada, así que decidieron bajar el monte hasta llegar a un faro con extensos campos de cultivo.

Para sorpresa de todos, ¡allí estaban los animales! Sería un alivio para muchos ciudadanos ya que los animales no son nada baratos.

Cuando volvieron los animales a casa, decidieron llamar a un médico. El médico recetó unos medicamentos al abuelo y volvió a estar como nuevo. Además les sobró un poco de dinero y se permitieron el lujo de comprarse una bicicleta nueva, por si había otra amenaza de algún tipo, no correr el riesgo de que se averiara en mitad del camino.

El miedo a la muerte

-Pero, ¿Cómo que me estoy muriendo?

-Así es, te estás muriendo, y morirás , la historia es así y no la puedes cambiar.

-Pero yo soy uno de los protagonistas, no puedo morir, soy importante para la historia.

-Lo sé, pero toda historia tiene un final, ya sea bueno o malo, y en este caso tu morirás.

-Mire usted, yo no quiero morir, tengo toda una vida por delante, tengo historias que protagonizar, yo no debo morir.

-Usted es solo un personaje, si usted muere más tarde aparecerán otros personajes que continuaran con la historia.

Al oír esto, el personaje me miró un rato con mirada apenada, y más tarde retiró la mirada, asintiendo que moriría y no tenía solución, ya que su destino estaba escrito.