Archivo del Autor: isabelforster

Poema a mi hija, Mandarina

¡No te escondas!

Tienes mucho que aportar.

 

Presenta tus ideas

con ánimo y seguridad.

 

Irás aprendiendo,

solo debes comenzar.

 

Despréndete de tus miedos,

coge fuerza y echa a volar.

 

Vuela pajarito mío,

hacia donde la vida te quiera llevar.

Doscientos gramos

Calma, música de fondo, disfruto,

Doscientos gramos, y todo el mundo en mis manos.

Novelas, poemas, ensayos, diccionarios…

Doscientos gramos, y toda la cultura en mis manos.

En casa, en el autobús, en la cama.

Doscientos gramos, ese es el peso en mis manos.

Toco la pantalla, otro libro comprado.

Doscientos gramos, mil libros en mis manos.

El bosque no sufre.

Doscientos gramos, un e-book en mis manos.

La Cebra

Una señora se está quejando a un editor sobre un asunto personal.

-¿Perdón? ¡¿Cómo que viviré todavía más tiempo así?! ¡No puedo seguir así! ¡IM-PO-SI-BLE! ¡Quiero hablar con la autora!

Atraída por el jaleo, la autora se introduce en la escena.

-¡Señora! Cálmese, está armando un escándalo en el pasillo, pase a mi despacho, si le puedo ayudar en algo…

Las dos mujeres entran en un despacho acogedor, en el que se pueden ver sobre una mesa varios intentos de novelas frustradas, que quedaron en eso.

-Bueno, ahora que estamos aquí estoy dispuesta a escucharle, pero debe saber que hay una condición que debe cumplir siempre que se dirija a mí: Debe hablarme con respeto y tratándome de usted, sepa que aquí la jerarquía está muy definida, yo soy AUTORA y usted, un PERSONAJE.

-De acuerdo, de acuerdo, perdone usted.

-Bien, pues veamos, ¿Qué le sucede?

-Llevo 20 años haciendo de cebra, y estoy aburrida, cansada, atormentada de estar todo el día pastando, y todo porque usted ha dejado la novela en la que me encuentro sin terminar y parece que va a seguir así.

-¿Y a cuál de mis novelas pertenece?

-A “Un domingo en la Sabana”.

-No recordaba que hubiera escrito esa novela, pero ahora que lo dice, algo me suena….

-Sí, mujer, esa en la que amanece un domingo con un sol enorme, naranja, que se eleva lentamente sobre un paisaje árido, en el que los animales de la Sabana empiezan a moverse en busca de comida o vuelven a descansar después de una intensa noche de caza; a lo lejos, el polvo del camino revuelto y en la siguiente escena, la llegada de un jeep con una mujer preciosa al volante cuyo fular ondea al viento. Se acerca a un grupo de cebras que está pastando junto a una charca y… y ahí nos dejó pastando, y allí nos quedamos pastando, pues no podemos hacer otra cosa sin que usted siga escribiendo.

– Tiene razón, hace 20 años empecé una novela sobre la Sabana, sí, recuerdo que me quedé sin inspiración al poco tiempo. Pero ahora que me ha refrescado la memoria, siento que vienen a mí un torrente de ideas. Igual tiene suerte y continúo “Un domingo en la Sabana”

-¿DE VERDAAAAD? ¿¿¿¿QUÉ PASARÁ???? ¡Cuénteme! ¡Cuénteme! ¿A qué viene la chica del jeep a nuestra charca? ¿Por qué está sola? ¿Está enamorada?

-Jajajaja, por ahora no lo sé, pero espero que dentro de poco lo sepa de primera mano.

-¡¡¡¡Muchísimas gracias!!!! Y, y, y… ¿Me puede convertir en jefe de la manada?

-Pronto lo descubrirá. Bueno, y ahora que está el asunto resuelto, regrese a su historia, que aquí quedan novelas por escribir.

-¡Adiós! Y muchas gracias.

La puerta se cierra y la autora empieza a soñar.

Un país vivo

España es un país vivo,

en el que es fácil disfrutar.

Todos aportamos,

con impuestos y demás.

Mas unos pocos pero demasiados

no nos dejan avanzar.

Nosotros elegimos

quién gestionará,

pero al final los que deciden

sin que te des cuenta robando están.

España es un país vivo,

en el que es fácil no pensar.

Enchufas tu tele,

y te dejas llevar.

¡Viva Telecinco y La Roja al Mundial!

LA REGENTA

¿Cómo aquello le había ocurrido a ella, ella que soñaba con una vida feliz al lado de un príncipe azul?

Ella, que había tenido una buena posición social, era ahora despreciada y humillada. Solitaria y desolada se lamentaba de la desconsideración con la que había tratado a su marido al traicionarlo sucumbiendo a sus más íntimos deseos. Se detestaba, no entendía cómo podía haber llegado alguien al punto de romper la confianza del matrimonio. ¿Iría al infierno?,  comenzó a sentir escalofríos que le sacudieron todo el cuerpo.

Perder su dignidad hasta el punto de que un simple acólito afeminado como era Celedonio se aprovechara de ella, era poco castigo.

Cada vez se sentía con menos fuerza, lo que antes le producía placer, ahora le espantaba, un simple roce de su mano con otra piel le provocaba espasmos, y poco a poco el mundo se iba desvaneciendo a su alrededor, se diluía, desaparecía sin contacto, sin aroma, sin gusto, sin sonido … el silencio.

 

Instancia

Al I.E.S Marismas de Santoña:

Doña María del Carmen López, con DNI 123344556C, nacida en Madrid el día 28 de Febrero de 1964 y con domicilio en la Calle Buena Ventura del Carmen, número 5, piso 1ºA de Santoña.

EXPONE

Que el día 5 de Noviembre de 2017, tuvo que recoger a su hijo Felipe Gómez López , cursante de 4º de la E.S.O del I.E.S Marismas de Santoña en coche, a las 14:50, aunque tenía que haber hecho uso del transporte escolar. La causa fue el retraso en la salida del aula debido a que el profesor José Manuel Fernández,  retuvo a los alumnos hasta que terminaran un ejercicio de matemáticas, perdiendo el autobús que le tendría que haber traído a casa.

SOLICITA

Que se le reembolse el coste del trayecto realizado en coche, y el compromiso del I.E.S Marismas de Santoña para que el profesorado no retrase la hora de salida de los alumnos que tienen que coger el autobús para volver a su domicilio.

En Santoña, a 15 de Noviembre de 2017

María del Carmen López

A la atención del Señor Director del I.E.S Marismas de Santoña.

El zorro y el burro

En una llanura lejana

había un zorro joven que a un viejo burro hablaba:

-Debes darme comida, pues el mundo se acaba,

dentro de unas horas el sol se apaga.

Te puedo proteger, mas me darás una paga.

 

El burro pensaba y observaba,

a su alrededor miraba.

Después de un tiempo tranquilamente contestaba:

-Aceptaré, pero si consigo que el sol después arda,

deberás darme tú a mí la paga.

 

Así el día pasaba,

y el zorro las patas se frotaba

mas el burro calmado se encontraba.

 

El milagro ocurrió y todo se acababa.

El burro se levantó

y al minuto el sol brilló.

 

Al burro todos reverenciaban.

Pues más sabe el burro por viejo

que por pendejo.

 

 

LA CEJA

Era una mujer de ceja incrustada

Érase un oscuro tachón que hablaba,

mas un toldo denso se apreciaba.

Era selva frondosa inhabitada.

 

Érase un cepillo de crin lavada.

Érase un ciempiés que se demostraba.

Era un cajón, que frente no encontraba.

Era un código morse en la fachada.

 

Censurada su cara aparecía.

Era un cuervo con alas extendidas.

Érase un regaliz que se movía.

 

Eran negras pasarelas unidas.

Una anguila sombría, allí vivía.

Era un repelente de miradas.

DON QUIJOTE Y LA PATRULLA CANINA

Don Quijote, era un hombre al que le apasionaba la televisión. Un día, algo captó su atención, La Patrulla Canina; donde un niño adiestra unos perros y atiende junto a ellos llamadas de emergencia.

Desde que encontró su serie predestinada (según decía él), dejó de prestar atención al resto del mundo.

Su familia, viéndolo tan absorto como estaba, decidió quitarle la televisión, por lo que se quedó deprimido y en cama.

Su ama de llaves, una mujer bajita y regordeta llamada Sancha, le convenció para que fueran a dar un paseo y así airearse.  Cuando estaban cruzando un parque, vieron un grupo de perros, y Don Quijote, que llevaba un día sin ver su serie favorita, pensó que eran los canes de la serie, y que él, era el protagonista de la misma. Debido a eso, fue detrás de ellos dándoles órdenes. Sancha, perseguía Don Quijote gritándole:

-¡Señor! ¡Señor!  ¡Vuelva aquí!

El caballero de la triste figura corría detrás de los perros, pensando que le estaban guiando hacia la llamada de socorro. Estos huían como si hubieran visto al demonio. Y así sucedió, hasta que Don Quijote quedó exhausto y olvidó su propósito.

De nuevo con Sancha, seguían su camino, tratando Sancha siempre de dirigirlo a lugares sin esos animales que hacían enloquecer a su señor.

EL VERDULERO (Tratado del Lazarillo de Tormes)

Sabed Vuestra Merced, que cuando dejé a mi antiguo amo, sobreviví haciendo algunos quehaceres en el mercado.

El verdulero, al ver que era muy dispuesto, me tomó como criado. Vivía junto a él en una casucha muy pequeña, aunque dormía en mi propio catre, las chinches me abrasaban cada noche.

En cuestión de alimento, si fuese por mi amo, ya me habría muerto de hambre. Aunque él comía fresco todos los días, a mí, solo me daba las sobras que no vendía, mohosas y podridas. El verdulero, tenía una huerta, donde yo trabajaba de sol a sol, cuidando y cosechando verduras. Mientras lo hacía, iba comiendo un poquito de cada planta, simulando que era cosa de pájaros, pues ya tenía experiencia imitando a ratones y no me resultaba difícil. Aunque con este método conseguía saciar mi hambre, trabajar tanto en la huerta no me evitaba sufrimiento, pues si no lo hacía bien, mi amo me azotaba por vago. Así, un día después de pasarse la noche bebiendo, se durmió mientras yo trabajaba. Vi tal oportunidad y escapé por pies, no sin antes coger unos capazos de verduras, pues comprenderá Vuestra Merced, que sentía necesidad de ellas y  ya que habían sido cuidadas por mi, no me pareció justo dejárselas a mi amo.

Este tratado se sitúa entre el tercer y cuarto tratado del Lazarillo de Tormes.